NUEVA YORK.- China es una amenaza real para la seguridad de Estados Unidos. El gigante asiático cuenta con la última tecnología militar, equiparable a la estadounidense, gentileza de los laboratorios ultrasecretos norteamericanos.
El informe Cox, hecho público ayer en el Congreso, realiza un siniestro retrato de décadas de exitoso espionaje chino en suelo de EEUU, amén de alarmantes fallos de seguridad y muestras de incompetencia en Washington. Una peligrosa combinación que continúa actualmente y que sitúa las relaciones entre ambos países en su peor momento desde el acercamiento realizado por el presidente Nixon.
El Capitolio desayunó ayer con las 700 páginas elaboradas por un comité especial conjunto de diputados republicanos y demócratas. Por la tarde, la Cámara de Representantes condenó por unanimidad la situación de los derechos humanos en China y se pidió al gobierno chino que investigue la matanza de Tiananmen.
«China amenaza los hogares de este país gracias a tecnología que se originó en nuestros propios centros de investigación», dijo el congresista republicano Christopher Cox, que ha dirigido durante un año la investigación.
Finales de los 70
Desde finales de la década de los 70, los espías chinos iniciaron una sigilosa penetración en los laboratorios nacionales, de los que han extraído valiosa información sobre tecnología nuclear, balística y de satélites. El espionaje ha permitido sobre todo que China se dote de un moderno arsenal de cabezas nucleares similares a las de EEUU.
Entre las múltiples variaciones de tecnología termonuclear que el régimen chino posee gracias a EEUU figuran las cabezas W-88, que el Ejército norteamericano mantiene instaladas en su submarinos nucleares Trident.
Esta tecnología ha permitido a China culminar su proyecto de bomba de neutrones, un arma que ni siquiera EEUU ha llegado a desarrollar del todo.
Sin embargo, en el informe, del que se ha eliminado un 30% por razones de seguridad nacional, no se detalla el nivel de amenaza que representa en estos momentos este artilugio.
Los principales centros de investigación del país han sido infiltrados por agentes chinos, si bien el grado de exposición ha sido más grave en los laboratorios de Lawrence Livermon, Oak Ridge, Sandia y Los Alamos.
En estos años, especialmente en los 90, China se ha hecho con información sobre misiles guiados y satélites de comunicaciones. El Ejército de Liberación Popular puede incluso producir cohetes similares a los que se utilizan en la guerra de Kosovo.
El levantamiento de las restricciones a la exportación de las compañías tecnológicas ha sido otra de las bases del rearme chino. Hoy, el Ejército chino cuenta con 600 ordenadores de alta potencia, construidos en Estados Unidos, con los que puede controlar su nueva red de misiles.
Culpas repartidas
Ninguna administración norteamericana está libre de culpa. Incluso bajo la paranoica era Reagan y su programa de rearme, China operó con éxito. Sin embargo, el informe está claramente dirigido contra el actual presidente.
La Casa Blanca, que había obtenido una copia previa del informe a principios de año, tuvo una reacción templada. Clinton trató de eludir cualquier responsabilidad enunciando las múltiples medidas de seguridad emprendidas bajo su Gobierno y aseguró que seguirá adelante con el «compromiso constructivo» con China, por ser de interés nacional para Estados Unidos.
El aluvión de críticas sobre su Administración estalló inmediatamente. En el punto de mira están dos de sus más fieles asesores: la ministra de Justicia, Janet Reno, y el asesor de Seguridad Nacional, Sandy Berger. A Reno se la acusa de haber paralizado en dos recientes ocasiones los intentos del FBI de investigar al científico Wen Ho Lee, protagonista del último caso de espionaje en Los Alamos.