El documento Visión 2025, encargado por el ministro de Defensa, Pedro Morenés, al jefe del Estado Mayor de la Defensa y filtrado a los medios para sorpresa y disgusto de esa cartera, ha permitido conocer las propuestas que se barajan para continuar la emprendida senda del recorte de gastos. La principal novedad que aporta, mermado ya al límite lo destinado a adquisición y mantenimiento de material, es la reducción de tropa y personal civil planteada, un tremendo tijeretazo en el capítulo que acapara el 70 por ciento del total de gasto y que afectaría a Tierra de manera especial con respecto al resto de Fuerzas.
Desde el comienzo de la legislatura, Defensa se ha escudado en la búsqueda de la eficiencia, cada vez que, empujado por la crisis económica, ha presentado una reducción del gasto. De justicia es reconocer que el límite de maniobra de Morenés es escaso en el actual contexto, como él mismo se ha encargado de exponer en el Congreso, advirtiendo de la extrema situación de su Ministerio para seguir admitiendo sacrificios. Sin embargo, ¿puede esgrimirse con argumentos válidos que con la reducción de efectivos que se baraja en las Fuerzas Armadas españolas, ya en mínimos de capacidad operativa, podrá lograrse cualquier tipo de eficiencia?
En el documento Visión 2025 el Ejército de Tierra es claramente el gran perjudicado. El Estado Mayor de la Defensa propone una reducción de su plantilla al 50 por ciento, lo que se traduciría en 10.000 militares menos, mientras otros 5.000 efectivos saldrían del Ejército del Aire y de la Armada y, por último, se prescindirían de 5.000 empleados civiles. En total 20.000 empleos menos contemplados en un plan de recortes, del que se ha dicho que no es más que una opinión, que implica una reorganización de cuarteles generales y unidades de combate y apoyo, reduciendo de ocho a seis el número de brigadas. El especial castigo al Ejército de Tierra tendría su explicación en que cuenta con una estructura más óptima que las otras fuerzas para eliminar efectivos. Así, sólo con la supresión de una brigada ya estarían saliendo 5.000 militares.
Lo que no parece congruente es que se pretenda a futuro mantener la capacidad operativa en el exterior cumpliendo con los compromisos internacionales y se sacrifique justamente a quien dentro de las FAS ha asumido el peso y los muertos de estas misiones tradicionalmente: el Ejército de Tierra. Eso a nivel externo, pero en lo que a la defensa del territorio nacional se refiere, la capacidad de las Fuerzas Armadas en España ya está al límite. Basta comparar la extensión de nuestro territorio, amén de su particularidad geoestratégica, y cotejarla con el tamaño de nuestras FAS frente a otros países europeos. España, que además carece de un sistema de reserva, ya está por debajo, en cuanto a entidad de fuerzas, de otros países de igual población y superficie.
Por último, en el actual escenario y en el que parece se avecina, tendrán que arbitrarse mecanismos aún no planteados de pase a la reserva y jubilaciones anticipadas, pues cada vez más se acumulan oficiales en los empleos de comandante y teniente coronel sin ninguna posibilidad de ascenso. Mientras se dirigen palabras de reconocimiento a nuestras Fuerzas Armadas, que invariablemente remiten a su entrega y capacidad sacrificio, con la otra mano se les aprieta y recorta, suponemos que, paradójicamente, a sabiendas de esa misma capacidad de callado sacrificio que se les exige.